domingo, 23 de marzo de 2008

"DIOS DE LA CIUDAD; DIOS EN LA CIUDAD"

“Parece complicado que estas instituciones
forjadas en la Contrarreforma,
empapadas de la cultura humanística
del Renacimiento y el Barroco español del Siglo de Oro,
perfiladas en la gracia romántica del XIX
y acabadas de cincelar en el esplendor regionalista de los años veinte,
tras superar el nacional catolicismo,
sean capaces de sortear los aspectos negativos del presente,
asimilar los positivos,
y hacerlo sin perder sus señas de identidad espirituales y estéticas,
pero al mismo tiempo sin convertirse en fundamentalistas o museísticas.”

“Esa fuerza –Israel, Grecia, Sevilla- es la que ha hecho posible
esa delicada conjunción entre el Arca de la Alianza y el Partenón
que es el paso de palio; lo más rico en símbolos y materiales,
pero también lo más equilibrado y lo más perfecto.”


Carlos Colón
“Dios de la Ciudad. (Ensayos sobre la Semana Santa de Sevilla”



Escribo en la mañana del Sábado Santo; en ese triste día que anuncia ya el final de todo. “Consumatum est”, dijo el Cristo en la Cruz, y ésa, que no otra, es la oración queda y triste del capillita sevillano que ve cómo, con Servitas, Trinidad, Santo Entierro y Soledad, van a cerrarse las puertas de la Casa Grande, del Templo de Salomón hasta el próximo año en el que, Deo volente, estaremos de nuevo a los pies de la ermita de San Sebastián para ver cómo vuelven a abrirse.

La dolorida tarde del Viernes Santo se ha cerrado ya. Carretería, Soledad, Cachorro, O, San Isidoro, Montserrat y Mortaja forman, casi, el día más cronológico de toda la Gran Semana de Sevilla: Comienza con el Calvario romántico de terciopelos azules con lirios y cardos en su monte; nos llega luego la panadera franciscana, y empieza el magno desfile: I can’t stop the show, nos diría el Sargento Peppers al mando de su banda de Corazones Solitarios tocando tras las bambalinas aterciopeladas y azules de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad. ¿Os habéis fijado que la dulce muñequita de Varflora es el “Blue Velvet” sevillano?. Sus bambalinas, al chocar con los varales, marcan el compás a la banda beatliana que la acompaña, y John, desde una nube que se asoma al Arenal dice solamente: “Yes, it is”. Sevilla pone, cómo no, la gracia y el arte, y el olor de su azahar, y la belleza enmantillada de sus mujeres. Y el albero de la Maestranza huele ya a la sangre de toro que se derramará sobre él el mismo día en que el Cristo que hoy agoniza al cruzar el puente resucitará, madrugada temprana del domingo, por San Luis, antiguo Decumano Máximo de la ciudad.
Sevilla se muestra como lo que es: romana, renacentista, barroca, romántica y regionalista. Cristiana por sus cuatro costadas y ciudad mariana por la Gracia de Dios.
Vendrá luego una Soledad astorgana oliendo todavía sus manos a la masa con la que acaba de elaborar los bollos y vienas que alimentarán a sus hijos en la mañana del Sábado. Y llega Cachorro gitano, como Camarón de esa isla que casi, casi que es Triana, gritando “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y sólo el Patrocinio de su Madre le hará revivir, con pesada cruz de carey a cuestas, al cruzar otro puente para llegar a esa Campana que sonará por Él. Detrás de ese jorobadito nazareno viene, of course, su Madre, con el más hermoso nombre de esperanza que pueda llevar mujer alguna: O, pudiera ser que la más guapa Dolorosa que pasee por Sevilla; pudiera ser. Y ese nazareno de la calle Castilla no puede más con su alma y cae a tierra en Luchana, aunque el más hermoso Simón que haya salido nunca de gubia humana le ayude en su carga. Loreto no puede más y llora tras Él. Sube a la cruz con otros dos hombres, de los cuales uno le increpa y otro le pide ayuda. La linda catalanita va - ¿podría ser de otra manera? - detrás de su Hijo y llora bajo su pesado palio de plata. Llegamos ya al final. Dieciocho ciriales, tantos como personas acudieron a su entierro, preceden el triste calvario en el que se ha depositado el cuerpo exánime de Jesús en el regazo de su madre, el mismo del que saliera aquella noche buena en Belén. María Santísima de la Piedad llora su muerte mientras José de Arimatea porta en su mano derecha el frasco con los ungüentos que amortajarán al más buen hombre que haya dado nunca la Humanidad.

Y nos vamos a dormir con cinco palios dibujados en las retinas: Mayor Dolor, Patrocinio, O, Loreto y Montserrat. Quedémosnos con los dos trianeros. Patrocinio es un puro encaje oriental; O un rubí burdeo. Patrocinio es el recuerdo, el sueño, la evocación de aquella que se quemó; O, la obra maestra de Castillo Lastrucci (¿O lo es Dulce Nombre? ¿O quizás Hiniesta?). Triana ordena, templa y manda como nos enseñó uno de sus más grandes hijos, don Juan Belmonte, aquel genio de la calle Feria que reviró a Triana para torear desnudo bajo la mentirosa luna en Tablada.

¡Cuánto toreo hay en la gran Semana Santa!. Alamares, bordados, sedas, oros y platas, joyas que refulgen al sol y el manto y el palio de las Vírgenes sevillanas. Se me hace a mí que el paso de palio, o mejor dicho, las bambalinas y el techo que conforman el palio, los doce varales que son como banderillas clavadas en la canastilla, y los enormes mantos que arropan las Dolorosas, vienen directamente del traje de luces de Joselito y de Juan, del de Costillares, el de Curro; de esas maravillas que vestían los hermanos Vázquez para su Señor de la Salud y su Virgen del Refugio, de los de Puerta y Camino cuando le rezaban a su Caridad del Guadalquivir en la cuevita del Baratillo…
¡Y qué decir del Baratillo!. Si será torera esa Hermandad que forma sus tramos de nazarenos en el albero de la Maestranza cada Miércoles Santo. Y la Esperanza Trianera, que saluda todos los años a su hermana pequeña cuando, ya de recogida y volviendo al barrio, se para ante Ella y, sacando fuerzas de donde ya no tiene, se mece y se arrima y se aleja, y vuelve a arrimarse como diciéndole: “Vente conmigo a Triana para que por Pureza y Santa Ana nos griten guapas, guapas, guapas”, y en ese vaivén marinero de Triana en el Arenal la dulce mañana del Viernes Santo vemos la marea del mar en Sanlúcar de Barrameda y llena de olor a manzanilla los inciensarios que la perfuman.
Pero Caridad no quiere, no puede salir, porque llega ya la Feria y sabe que los toreros vendrán a rezarla para pedirle que los proteja con su manto de las cornás que dan los toros.

Paso de palio sevillano. Obra humana perfecta concebida y creada para llevar a la Madre de Dios. Partenón ateniense, hexaedro euclídeo, altar ambulante, treinta y seis costales debajo de ella para llevarla al cielo. De alguna manera, yo también la llevo a Ella todos los días del año en mi particular costal, y la miro y la rezo, y le hablo como sólo se le habla a Ella, porque el rezo a Dios es charla entre hombres, pero cuando uno habla, o reza, con Ella es confesión queda a mujer, y se aprovecha la soledad y la quietud del templo para que las lágrimas acudan a los ojos y, sin que nadie te vea, puedas desahogar la pena negra que llevas dentro del alma.

Es muy difícil pronunciar un discurso cuando se tiene a la madre, o al padre, o a un hijo postrados en el lecho, pero la vida lo obliga a uno a salir al ruedo a torear, o a seguir dándole patadas al balón, o a lo más hermoso de todo: a esos escasos días en los que la vida, mujer también, te besa las mejillas, te agarra de la mano y te saca a escena a saludar y a recoger las flores que te ofrecen junto con ella. En esos maravillosos días las lágrimas se frenan, te secas los ojos, carraspeas la garganta y le rezas una oración a ese hombre que, bello niño de la Puerta Osario tú, con apenas un sacramento en tu almario y vestidito de blanco y perfumadito y repeinadito por tu santa madre Esperanza, abrigaba tu manita de chiquillo en su recia mano de padre y uno, niño al fin, le preguntaba: ¿Dónde vamos, papá?, y él, dulce mañana de Jueves Santo, siempre daba la misma respuesta: ¡A besarle la mano ar Manué!.

Algunas veces pensamos que esas inquietudes sevillanistas no sean sino un aberración; se nos ocurre imaginar que acaso todas esas perplejidades, toda esta complejidad, no sean realmente más que una sensación primitiva, bárbaramente subjetivada, que se repite de modo invariable ante el espectáculo de lo que nos es familiar. Tal vez el alma de Sevilla esté solamente en una aberración espiritualista de los sevillanos, pero si esta aberración fuese general, si hubiese sido infundida en nosotros , y nosotros pudiéramos infundirla a nuestra vez, alma de Sevilla sería ella.

Las palabras en cursiva no son mías - ¡Ya me gustaría! - sino de Manuel Chaves Nogales, de su libro “La Ciudad”. Pero reflejan a la perfección lo que llevo intentando gritar a los cuatro puntos cardinales desde que empecé a escribir, o desde que me dieron la Primera Comunión, o pudiera ser que desde que me trajo mi madre a este mundo. Se escribe por muchas razones, o por un destino aciago, o porque no puedes controlar el discurso interior que dentro de tu mente nunca, jamás se para. Se escribe por motivos estéticos, políticos, comunicativos, por un deseo absurdo de alcanzar la inmortalidad o, al menos, de dejar un rastro detrás de tí, aunque sea tan tenue como el de los palimpsestos medievales. Se escribe por orgullo, por razones de casta. Se escribe por un deseo agónico de que todos los chiquillos sean tuyos y que cada hembra sea tu mujer. Se escribe por ganas, o por hastío, o puede que por pereza de no hacer lo que se debe de hacer. Se escribe con el hígado, con las arterias, mojando el cálamo en tu sangre para enmendarle la plana al pelícano del Amor. Se escribe con la polla, con tus huevos, con todas tus vísceras. Veces hay en que exprimes tus cápsulas suprarrenales para encontrar material, como el yonqui del Políngano que mendiga heroína por la Avenida de la Soleá. Y entonces se te abre el cielo y aparecen las ocho jornadas mágicas. Y es ahí cuando comprendes el porqué, la última razón de tu fe en Dios, porque no tienes más cojones que creer en Dios, y es que la fe no es cuestión de Gracia Divina, sino de huevos. Es como la fe del carbonero pero con dos cojones.
Uno cree en Dios porque le sale de la punta er nabo.

Amén.

Rafael Navarrete Bohórquez
Sábado Santo de 2008

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